En más de una ocasión nos han preguntado por qué hablamos, trabajamos y escribimos de innovación social, y mi respuesta suele ser ¿pero hay alguna innovación que no sea social? La innovación o es social o no es. Ello no quiere decir que todo tipo de innovación sea igual, ni siquiera que el concepto “social” siempre sea igualmente aplicado. Entendemos “social” desde distintos puntos de vista.
- Como Base de la Pirámide, zona poblacional necesitada de un desarrollo que, evidentemente, no se puede en base a lo que ya se ha hecho, sino que necesita nuevas formas, objetivos, modos y herramientas.
- Como grupal, comunitario. En este sentido social es visto desde una perspectiva acumulativa, no finalista, sino de gestión, de agregación de esfuerzos.
- Como humano. Poniendo el foco en la persona, en el individuo.
Así, casi podríamos hablar de tres tipos de innovación social: una muy enfocada a facilitar y mejorar la vida de grupos poblacionales, una más metodológica que se enfoca al modo en que se genera la innovación y una última que pone siempre el objetivo en el ser humano como creador, facilitador y beneficiario de la innovación.
Son tres enfoques que por supuesto son complementarios pero presentan una visión de la innovación siempre pegada al ser humano, siempre social. El ser humano se convierte así en el centro de la reflexión y en el elemento clave del proceso de innovación.
Innovación social no es sólo, que también, un tipo de innovación que busca solucionar problemas de comunidades, sino que incluye a la innovación intraempresarial, la que se desarrolla dentro de la propia empresa. Porque la innovación social supone aplicar un distinto enfoque al proceso innovador, haciéndonos entender que una innovación no sólo ha de beneficiar al mercado, al segmento o al proceso productivo o de venta, también ha de beneficiar a los trabajadores como partes fundamentales del proceso y como objetivos individualizados de esa estrategia de innovación.
En su libro Las Diez Caras de la Innovación, Tom Kelley, muestra a la innovación como un fenómeno poliédrico, pero siempre muy enfocados al ser humano. De hecho una de las más interesantes caras de la innovación es la antropológica, que parte de una visión y estudio del ser humano en su entorno, de su manera de gestionar relaciones y de las claves culturales de ese comportamiento.
La innovación es social porque es innovación, y sólo desde un modelo humano y unos objetivos antropológicos se puede comprender un despliegue completo del proceso innovador. Al menos nosotros, en Innodriven, así lo entendemos cuando aplicamos procesos de innovación a empresas, organizaciones o comunidades.
Por eso consideramos que tanto la innovación social como la innovación abierta merecen el apellido de “social”. La primera por razones obvias, mientras que la segunda bebe de las fuentes de la socialización del esfuerzo, de la agregación de recursos como decíamos en el segundo sentido de “social”, y ambas porque tienen como foco y objetivo al ser humano en cualquiera de sus entornos sociales y culturales.