Aclaremos conceptos antes de empezar. Cuando hablamos de diseño no nos estamos refiriendo a la creación de páginas webs bonitas, a logos atractivos o a cubiertas de libros visualmente poderosas. Cuando hablamos de diseño hablamos de funcionalidad, utilidad, necesidad, uso, concreción, diferenciación… y, por supuesto, también belleza.
En este rango de pensamiento el pensamiento de diseño supone una herramienta poderosísima para desarrollar proyectos, no sólo objetos, y conseguir resultados desde una visión clientecéntrica que dote a las empresas de una respuesta poderosa en estos momentos de cambio y necesidad de innovación. Una de las ventajas que tiene el diseño, y el pensamiento de diseño, es que pivota sobre tres elementos fundamentales para que su desarrollo sea un éxito: la viabilidad económica, la factibilidad tecnológica y el deseo de las personas. Estos tres elementos son fundamentales para, además, que un proyecto innovador tenga éxito.
De nada sirve que seamos capaces de idear maravillosas ocurrencias si no pueden pasar de eso y no podemos desarrollarlas económicamente. Una innovación o tiene un traslado al mercado o no es innovación, y para eso hemos de ser capaces de desarrollar un modelo de negocio que saque todo el partido a esa idea.
Del mismo modo, cuando hablamos de crear no hablamos de crear desde la nada. Tenemos un poso, una base sobre la que sustentamos nuestras posibilidades de éxito, y uno de los componentes de esa base es nuestra capacidad tecnológica y técnica de llevar a cabo el proyecto. Muchas veces hemos visto cómo magníficas ideas se han quedado en eso porque no se ha medido adecuadamente nuestra capacidad tecnológica de llevar a cabo un desarrollo adecuado.
Pero posiblemente el factor más importante por lo que tiene de esencial y de dinamizador de todo el proceso sea el del deseo de las personas, el hecho de que la innovación que estemos implementando sea el resultado de una necesidad manifestada, de manera implícita o explícita, por las personas. Es muy importante no olvidar esta conceptualización del sujeto más como “persona” que como “cliente”, porque estamos hablando no de satisfacciones dominadas por una relación comercial (eso viene después), sino de necesidades humanas, en cuanto que personas. Nuestra fortaleza en el mercado o en la posibilidad de crear océanos azules estará en esa capacidad de satisfacer esas necesidades personales, por supuesto teniendo en cuenta los otros dos elementos de viabilidad económica y factibilidad.
La innovación ha de iniciar su camino por este punto de las personas. No cabe una innovación que no sea humana, que no tenga en cuenta aquellos elementos que la hacen útil y pone en valor su doble dimensión: presencia en el mercado y utilidad humana, es decir, económica y humana.
Un enfoque de diseño, un enfoque de pensamiento de diseño recoge todos estos puntos y dota de excelencia nuestras reflexiones y los resultados de las mismas.