Cuando hablo con otros empresarios o investigadores sobre temas de innovación, tengo la sensación que la limitan a entornos urbanos, como si hubiera un límite espacial natural a la innovación. El territorio parece estar claramente delimitado entre un modelo urbano más o menos dinámico, moderno, evolutivo y con tendencia a integrar la inteligencia en su modelación (smartcity), y un territorio tradicional, clásico, pegado a sus costumbres y a su pasado, con poca tendencia a evolucionar.
Creo que es un error. Desde mi punto de vista el problema está en identificar innovación con tecnología, lo cual es un fallo de base. No sólo la innovación no se identifica con la tecnología, sino que ésta es, cuando forma parte del proceso de innovación, que no siempre es así, sino que es una herramienta, o si acaso la plataforma, que permite desarrollar esa innovación.
Desde mi punto de vista la clave de la innovación está en el modelo de negocio, en la gestión de la información, en las estructuras de relaciones, en lo intangible, y aquí lo rural no es en absoluto débil respecto a lo urbano. Hay una frase que he repetido más de una vez:
“en entornos urbanos los modelos de negocio diseñan el territorio, en entornos rurales es el territorio el que diseña modelos de negocio”.
Efectivamente, los entornos urbanos, quitando determinadas zonas históricas suelen estar diseñados bajo criterios de eficiencia y practicidad, las empresas que en ellos se instalan van dando forma desde cero a espacios de convivencia más o menos humanos.
En entornos rurales no pasa así, es el propio entorno el que define el tipo de empresa que se puede crear, y el modelo de convivencia está en muchos casos delimitado por el entorno (montes, nieve, llanuras, ríos…). Los propios recursos del territorio determinan el modelo y tipo de empresa que podemos crear, o al menos limitan en gran medida las opciones.
La innovación en gestión, en modelos de negocio, en comunicación o en producto ocupa por tanto en el entorno rural un lugar primordial. No quiere decir esto, ni mucho menos, que no haya lugar para la tecnología. Al contrario, muchos de los cambios que se han generado en los entornos rurales vienen de la mano de la introducción de nuevas tecnologías, que sin embargo siempre están subordinadas a las propias necesidades del territorio y a lo que el mismo ofrece.
Parece por tanto fundamental ofrecer una formación integral a los empresarios rurales desde la identificación del producto potencial hasta el desarrollo de los modelos de negocio. Una formación y un acompañamiento que incluya la identificación y segmentación del cliente, la identificación y creación del producto, la gestión permanente de la innovación (que les permita ir evolucionando de manera natural), el acceso al mercado de una manera eficaz y eficiente, y el diseño de modelos de negocio sostenibles y adaptables a los posibles cambios que se puedan producir.
Trabajar en esta línea creemos que es fundamental para conseguir proyectos como Guayakí, una empresa que ha sabido integrar el entorno en un modelo de negocio sostenible y que ofrece una empresa responsable, sostenible y con beneficios.