Hace un tiempo hablamos de las tres patas que debía tener un proyecto para que fuera sostenible, y mencionamos que fuera Factible, que fuera Viable y que fuera Deseable. Estos tres elementos parecen claves a la hora de diseñar un proyecto o empresa social y con capacidad de vivir y crecer en el tiempo y en el entorno en que se desarrolle. Pero aparte de estos elementos deberíamos añadir otro más si estamos hablando de empresas o proyectos sostenibles. Cuando nuestra empresa trata de implementar un proyecto social, o bien en su propósito está basado en la resolución de un problema social o medioambiental, como en el caso de las Empresas B, hemos de añadir el elemento del Impacto.
Una empresa social no es como una empresa, llamémosla así, tradicional. Aunque entre sus objetivos está el beneficio económico y ser sostenible en un mercado de competencia, también incluye otro objetivo social clave, que es tan importante como el económico y define su ADN, su razón de ser.
El Impacto (social) se convierte en el eje clave de su existencia, en su propósito, y el mercado es un medio para hacerlo posible. El Impacto significa que tengo claro cuál es el objetivo social que persigo, que en definitiva va a marcar gran parte de la naturaleza del proyecto o empresa, y que ese objetivo dirige en gran medida la estructura y gestión interna.
Ya dijimos en su momento que uno de los problemas que tienen las empresas tradicionales es que suelen construirse en torno a la factibilidad y viabilidad, dejando de lado la deseabilidad hasta que están en el mercado y comprenden que no lo son. En el caso de las empresas sociales no suele ocurrir esto. Por un lado tienen más en cuenta la deseabilidad como elemento clave para su sostenibilidad en el mercado, como palanca que les permite generar recursos para potenciar su Impacto, más enfocado a su vertiente social.
«En el modelo de negocio de la empresa social, la propuesta de valor debiera ser la solución de un problema y los productos y/o servicios las vías de financiación para lograrlo». GDM
Tenemos así empresas posiblemente más complejas, pero con una necesidad de balance entre el mercado, lo social y medioambiental que les hace ser más consciente de sus necesidades y capacidades para desarrollar sus objetivos. No quiere esto decir, por supuesto, que no se produzcan fallos, fracasos y quiebras de empresas sociales, pero sí suelen medir su capacidad e impacto de una manera más integral y desde una visión más global.
Tal vez sería interesante ampliar ese elemento del Impacto a las empresas tradicionales para mejorar su capacidad de análisis y enriquecer su respuesta social.